
Con perfil bajo, sin el favoritismo sobre sus espaldas, y en base a un gran nivel de pádel, Gutiérrez-Poggi construyeron una actuación monolítica en Barcelona y se quedaron por derecho propio con la codiciada corona.
Nadie les podrá discutir nada. Porque no sólo vencieron en la final a los número dos del mundo, sino que en cuartos habían dejado afuera a los grandes favoritos y números uno del planeta pádel, los argentinos Fernando Belasteguín y Juan Martín Díaz (nacionalizado español).
Claro, enfrente estaban Mieres-Lima, que por algo son los número dos del planeta pádel. La pareja argentino-brasileña reaccionó y salió con todo a jugar la segunda manga. Ahí el trámite se hizo mucho más cerrado.
Tanto a tanto, smash a smash, y con un nivel de pádel impresionante, la cosa se estiró hasta el tie break. En ese tramo, la experiencia y el oficio de Mieres-Lima se impuso al ímpetu de Gutiérrez-Poggi para quedar set por lado.
Todo parecía indicar que esa misma experiencia les iba a permitir al argentino y el brasileño tener un mejor cierre y llevarse la victoria. Pero nada de eso. Gutiérrez-Poggi se sobrepusieron a la pérdida del segundo parcial y, en el tercero, volvieron a ser los del principio del cotejo.
El 6-3 del set final así lo demuestra. Otra vez con confianza, lograron romper el cerco que intentaban armar Mieres-Lima y se llevaron con algo de tranquilidad la manga -lo cual es mucho decir en una final del mundo- para así festejar su primer título ecuménico como dúo, aunque para Gutiérrez ya es el tercero.
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